Antes de estudiar la carrera detestaba que casi todas las consultas médicas se resumían en tomar una pastilla, y la dieta y ejercicio. Sentía que la consulta había sido una pérdida de tiempo donde terminaba respondiendo un montón de preguntas todo para recibir una respuesta genérica. La cosa es que como paciente, quisieras que existiera una pastilla que instantáneamente resuelva tu malestar, pero como médico sabes que las cosas no funcionan así. Pero aún estudiando medicina me tomó tiempo para darme cuenta de lo importante que son los hábitos higiénico-dietéticos. De hecho, fue hasta casi terminar mi carrera cuando cambié de opinión, y todo fue gracias a que empecé a dormir más.
Para que se den una idea de cómo era mi estilo de vida en mis últimos semestres: despertaba cerca de las 5:40 para arreglarme y desayunar rápidamente una avena instantánea, de ahí salía corriendo contra el tráfico de la CDMX para llegar al hospital a las 7:00 para tomar clases. El día pasaba principalmente entre clases y tráfico, hasta volver a casa hasta la tarde noche, donde pasaba mi tiempo hasta la madrugada (entre estudiando, viendo pantallas o peleando.)
El resultado de mi forma de vivir se traducía en estar viviendo con cansancio y somnolencia extrema, estrés crónico, irritabilidad, ansiedad, depresiones, síndrome de intestino irritable, dolores somáticos, etc. En pocas palabras, todo estaba pésimo y lo peor es que me sentía muy infeliz.
Fue en mi séptimo semestre que ya no aguanté más, tenía que hacer un cambio porque mi estilo de vida ya no era sostenible. Este momento fue un parteaguas en la historia de mi vida. Cambié de valores y prioridades. Decidí cambiar mi enfoque de la excelencia académica a mejorar mi calidad de vida. Este cambio de valores también fue fundado en la teoría de que una persona saludable y feliz terminará siendo más productiva y exitosa a largo plazo.
Armado con nuevo valor y deseo de vivir mejor, empecé a dormir más tiempo y a hacer un poco de ejercicio. Los cambios no fueron inmediatos, pero a partir de unas dos semanas empecé a sentirme un poco más lúcido (la privación de sueño crónica es una tortura). También disminuyeron mis dolores somáticos, la intensidad de mi ansiedad, también dejé de apretar la mandíbula, y otros beneficios. Pero en mi camino hacia el wellness, los cambios se siguieron como efecto dominó.
Después empecé a comer un poco mejor. Al principio esto significó reducir la cantidad de comida chatarra y empezar a comer con horarios más fijos. Esta vez noté que mis niveles de energía y mi humor se mantenían mucho más estables. Menos mal del puerco, menos bajones de energía, y menos irritabilidad por la mañana.
En este post les estoy contando solamente el inicio de mi vida wellness. Después les contaré de otras modificaciones que me ayudaron a sentirme mucho mejor. Aún así, con estas 3 pequeñas modificaciones logré superar una gran parte de mis problemas de salud. Yo no quería creer que en el gran impacto de lo que hacemos y comemos, pero es innegable.
El argumento científico y los mecanismos de acción que sustentan a los hábitos higiénico-dietéticos como medidas de salud son conocidos desde la antigüedad. Y hasta la fecha se sigue encontrando nueva evidencia que los apoyan. Mencionaré algunos de los más importantes: cambios en el microbioma del intestino, cambios benéficos en la expresión genética de distintos tejidos (cerebro, músculo, huesos), cambios en el eje intestino-cerebro, mejora la función neuronal (neurogénesis y neuroplasticidad), mejora del sistema inmune, mejor función del endotelio, mejor envejecimiento, etc.
Es imposible explicar todas las razones por las cuáles tenemos mejorías en salud cuando tenemos buenos hábitos higienico-dietéticos. Pero la realidad es que mejorando nuestra alimentación, sueño y ejercicio, la mayoría de las veces tendremos un ser humano saludable. Esa es la gran ironía a la mayoría de nuestros problemas de salud, que la respuesta sí se resume en dieta, sueño y ejercicio.
Lo dicen los coaches, los médicos, nutriólogos, psicólogos, gurús, y hasta tu abuelita y tus papás. Todos sabemos lo que tenemos que hacer, aún así preferimos buscar miles de métodos alternativos para evitar el dolor de empezar con los buenos hábitos, otras veces simplemente no hacemos nada y preferimos quedarnos como estamos. Y está bien, no somos perfectos, no tenemos que tener la vida súper fit y abandonar todos los placeres, pero para aquellos que ya están sufriendo consecuencias de salud y necesitan un poco de motivación, sólo te aconsejo que empieces a hacer cambios pequeños.
Reducir la ingesta de comida chatarra (no eliminarla de golpe), empezar por dormir 1 hora más, hacer al menos 1 vez ejercicio por semana, comer verduras 1 vez al día, etc. No se trata de hacer cambios radicales que te terminen desmotivando, se trata de empezar a hacer algo bueno para ti. Terminaré este post con un poco de sabiduría milenaria, una frase del padre de la medicina, “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina” – Hipócrates.
Hacer un cambio de estilo de vida me ha costado mucho trabajo, pero ha sido de las mejores decisiones que he tomado. Agradezco infinitamente a mi novio impulsarme constantemente a no dejar de intentarlo. Hace años no dormía tan bien como ahorita, hace años no disfrutaba mi cotidianidad como ahora con nuevos hábitos.